jueves, 21 de mayo de 2009

La revolución de Mayo: ¿Popular o sectorial?

El imperio español comenzó a desmoronarse a principios del siglo XIX, para 1825 España (nuestra madre patria) sólo le quedaría Cuba y Puerto Rico. De esta manera, la América española, desde México hasta el Virreinato del Río de la Plata, allí geográficamente nuestra Argentina actual, se plan-tearía la reformulación del Pacto Colonial, que por supuesto abriría nuevas posibilidades a la economía indiana (así llamada América por mucho tiempo, antes de su nombre actual).
La revolución de Mayo, para algunos una revolución como tal, para otros una a medias, fue el resultado de numerosos factores locales e internacionales, cuyas raíces nacieron en el Siglo XVIII, la Revolución Francesa, la Revolución Industrial como también la norteamericana. Por aquellos tiempos, la sociedad y el statu quo del antiguo régimen (reyes, nobles, mercantilismo, legitimidad divina, etc.) entraría en crisis y sería reemplazados gradualmente por nuevas ideas políticas, económicas y sociales. Éstos vientos de cambios, en su pasar, llegarían a nuestros hombres ilustrados americanos, que serán los encargados de forjar las nuevas teorías políticas y económicas (el bendito liberalismo económico y político, que para éstas alturas se ha transformado en un monstruo mayor, el macabro neoliberalismo) para dar el nacimiento de las nuevas naciones latinoamericanas.
A modo de síntesis, la historia resultaba así, para mayo de 1810, noticias llegaban a Buenos Aires: Napoleón Bonaparte invadía España tomando en cautiverio a Fernando VII, poniendo como rey a su hermano el famoso Pepe Botella, José Bonaparte.
Ya en Buenos Aires, para la misma época y no es casual que desde allí se dirigiese la revolución, con el apoyo de los cuerpos militares criollos (fuertes desde las invasiones inglesas) los revolucionarios le exigirían a Cisneros (el virrey) la convocatoria de un Cabildo abierto, que contrariamente a su nombre, era institución municipal que escasamente representaba a las poblaciones urbanas, por lo contario representaría la supremacía de las élites criollas. Para mayo, allí se reunirían funcionarios peninsulares, criollos algunos con fortuna o educación, y otros que la deseaban, sumándole el anhelo de prestigio o algún cargo administrativo.
Cabe destacar que la Revolución se presentó en un escenario limitado, fueron las élites criollas de las capitales sus actores esenciales, que no sugerirían cambios radicales en las bases del poder político. Estos se sienten herederos del poder caído, del patrimonio político administrativo, que ahora es suyo.
La cuestión de fondo residía en la hostilidad entre partidarios del monopolio (comerciábamos solamente con España, dentro de la ley, y fuera con Inglaterra) y partidarios del libre comercio, los primeros comerciantes españoles (los peninsulares) y los segundos hacendados criollos (nacidos en América). Sin olvidar, las desigualdades entre peninsulares y criollos en el acceso a los cargos administrativos y públicos, hasta ahora vedados a los hijos americanos por la Corona Española.
Para algunos insurgentes, llegaba la ocasión de formar una Nación, la independencia, pero para otros, el problema fundamental era modificar el régimen económico, acabar con el monopolio, abrir los puertos, los llamados hacendados criollos, productores de cuero y tasajo, que portaron la bandera del libre comercio.
Todo llevaría a que reunidos en el Cabildo, las tendencias opuestas expondrían sus ideas, lealtad a la corona, la independencia completa, buscar otra nueva representación. Sin embargo, en algo se pondrían de acuerdo: la autoridad del virrey debía caducar. Así lo fue, el 25 de mayo de 1810, tras una enérgica discusión de como, de ahora en más, sería el destino de la nueva patria, se formaría el primer gobierno patrio, una junta presidida por pocos, que tomarían las decisiones de todos. El presidente será Cornelio Saavedra, le seguirán Castelli, Belgrano, Azcuénaga, Alberti, Matheu y Larrea como vocales, y finalmente como secretarios Moreno y Paso.
Los diferentes voces salieron a la luz del día; las de Bartolomé Hidalgo, exaltando al hijo del país, el gaucho, en el que veía al espontáneo sostenedor de la independencia; las de Moreno que pensaba que el movimiento criollo debía dirigirse hacia un orden democrático acompañado de la educación popular y de allí la difusión de las nuevas ideas y frente a estas, las de las fuerzas conservadoras: la transferencia de los privilegios de que gozaban los funcionarios y los comerciantes españoles a los comerciantes criollos ansiosos de obtener cargos y los hacendados productores ganaderos.
Estos irreconciliables intereses e ideologías se mantendrán por largo tiempo hasta desencadenar una guerra civil.
Entonces, es válido preguntarnos si fue una Revolución del pueblo o fue una Revolución encabezada desde Buenos Aires y por un sector, nada menos que el grupo de élite de criollos, con riquezas, con oportunidades económicas, con educación, a la manera europea y con poder político.

La revolución de Mayo, un hecho histórico que abre un hito en la historia Argentina, es analizada como un hecho popular, donde en el imaginario colectivo, todos los actores sociales de la época, parecían danzar en el mismo baile.
La revolución de mayo, para este escritor, fue una revolución, conveniente para un sector de la sociedad del aquel Virreinato del Río de la Plata, hecha desde Buenos Aires y para Buenos aires, y las intenciones de un proyecto de país, hasta 1880, setenta años para ponernos finalmente de acuerdo, fueron enmarcadas bajo estas condiciones, y de allí su constante rechazo.
Sin irnos más lejos en la historia, no es por arte del destino, que aún en pleno siglo XXI, para afuera y también para adentro, nos diferenciemos de Buenos Aires, como los del interior. Como tampoco es casual, que la Argentina sea un crisol de tendencias y no haya conciencia de pueblo, para algunos golpear cacerolas fue original y democrático (le metieron las manos en el bolsillo), pero para otros hacer piquetes, los originales, fue atentar contra el derechos a la circulación o delictivo (y muchos tenían hambre).
La influencia francesa bajo el lema: “Igualdad, Fraternidad y libertad” no existió, salvando excepciones, y hasta en la actualidad sigue siendo incompatibles al sistema, utilizándolas en la demagogia eterna y viciosa de los políticos. Las riendas del país, siguen estando manejadas, por un sector, y para ese sector, sin olvidar nuestra república abierta, con los masivos capitales extranjeros instalados, sin lograr representar los intereses de las clases subalternas. Y la Revolución de Mayo, fue una revolución en este sentido. Como dijo, un renombrado historiador argentino, José Luis Romero:
…“La revolución emancipadora, en cierto sentido, fue una revolución social, destinada a provocar el ascenso de los grupos criollos al primer plano de la vida política del país.
Los criollos ilustrados que la hicieron, que para dar fuerzas de convicción y la necesidad de dar solidez al movimiento, se vieron en la necesidad de llamara, a ella a los grupos criollos de las provincias, constituidas por su mayor parte por la masa rural. Estos grupos respondieron al llamado y se incorporaron, pero ya el núcleo porteño había sentado los principios fundamentales del régimen político social, y éstas masas que acudieron al llamado, no se sentirán fielmente interpretados por el sistema que otorgaba la hegemonía a los grupos cultos y con riquezas de la formación europea. De esta manera comenzó el duelo entre el sistema aclamado por los núcleos de la élite criolla, por un lado, y las ideas y necesidades de las masas populares por otro”…
MCM
Autores consultados: Tulio Halperin Donghi, José Luis Romero y Eduardo Galeano.

1 comentario:

mateos dijo...

muy bueno el análisis; es para leerlo y releerlo.