jueves, 12 de agosto de 2010

Los riesgos de los biocombustibles para la Argentina

La producción nacional de bioenergía ocupa un lugar muy importante a nivel mundial, sin embargo, esto podría acarrear serios problemas para la situación medioambiental argentina, debido al excesivo interés en los biocombustibles basados en la soja.
En la actualidad, la Argentina ocupa un lugar preponderante dentro de las expectativas que los biocombustibles despiertan tanto a nivel local como mundial, en especial, en lo que se refiere a la producción de biodiesel en base a la soja. A nivel nacional esto se debe a la necesidad de obtener un suministro alternativo al gasoil; las decrecientes reservas de petróleo y al interés del sector agrícola por lograr nuevos mercados y mejores precios para sus productos. A nivel internacional, y teniendo en cuenta los objetivos que se han propuesto EEUU y la Unión Europea en relación al porcentaje de biocombustibles que reemplazarán al tradicional para el transporte terrestre (10% en los próximo 10 años y 20% para el 2020 respectivamente), cifras que exceden a su capacidad en superficies destinadas a la agricultura, Argentina se presenta como un próspero productor de biodiesel para sus crecientes demandas. Sin embargo, la obtención de combustibles a partir de productos agrícolas no es del todo beneficiosa para nuestro país. La producción puede implicar sustitución de tierras, pérdidas de ecosistemas naturales e impactos en las comunidades locales y la generación de efectos inesperados sobre el suelo. A esto debemos sumarle que el biodisel producido a partir de la soja es una de las aplicaciones de la bioenergía menos atractivas energética y ambientalmente.Las expectativas se basan, casi con exclusividad, en la fuerte demanda internacional para crear un mercado exportador de biodiesel producido a partir de la soja y, en algunos casos de bioetanol, generado a partir del maíz. En menor medida se piensa en las posibilidades de producir biocombustibles para utilizar en el transporte a nivel local, ya que la matriz energética argentina depende, casi en un 90% de los combustibles fósiles, que ya cuentan con fecha segura de caducidad. En este sentido, estamos frente a un fenómeno sin precedentes en relación a la transformación de los bosques nativos para crear nuevas tierras de cultivos para la producción de combustibles en base a granos destinados a la exportación. En el norte argentino es en donde se presenta con más seriedad este problema: cada año se pierden 250.000 hectáreas de bosques. Las zonas más comprometidas son la Selva Pedemontana de las Yungas donde se perdió el 50% de la masa boscosa y el Chaco Seco en donde sólo queda el 20% de los bosques.La conversión de los ecosistemas naturales en tierras de cultivo se debe a una serie de factores sociales, económicos, políticos, tecnológicos y hasta climáticos. Entre ellos se destaca la presión que ejerce la demanda internacional de soja.Cabe aclarar que la soja no representa una forma de agricultura sustentable y el combustible producido a partir de este cultivo representa una de las alternativas menos favorables para el medio ambiente. Es necesario, para proteger los últimos bosques nativos, adoptar un criterio precautorio para que la demanda externa de biodiesel no acabe exterminando las riquezas naturales. El Estado nacional no debe subsidiar la producción de biocombustibles destinados a la exportación, ya que esto generaría un colapso social, ambiental y económico.Ante este escenario, Greenpeace, en su informe Bioenergía: oportunidades y riesgos, enumeró una serie de advertencias tendientes a evitar que la situación ambiental argentina empeore.Para la organización, la bioenergía debe ser parte del menú de opciones integrantes de la matriz energética que permita superar la dependencia de fuentes sucias, no renovables y de gran impacto social y ambiental.Pero es importante tener en cuenta que, de acentuarse la presión internacional sobre los cultivos la ya crítica situación ambiental argentina puede empeorar debido al corrimiento de la frontera agrícola, la concentración de cultivos y productores que expulsarán población rural y a la exportación de un combustible limpio que generará reducciones en los países importadores luego de haber consumido energía local y emitido gases de efecto invernadero en su producción.Ante este escenario, Greenpeace propone las siguientes medidas a mediano y corto plazo: frenar el avance de la frontera agrícola sobre los bosques; sancionar la Ley de Presupuestos Mínimos de Protección para los Bosques Nativos que ya cuenta con media sanción en Diputados; eliminar todos los subsidios a las exportaciones de biocombustibles y priorizar los mercados locales por ser más eficientes; mejorar la eficiencia del transporte de cargas y público; investigar y desarrollar combustibles de “segunda generación” (los biocombustibles lignocelulósicos son considerados como las opciones tecnológicas superadoras de los conocidos hasta ahora); intensificar la utilización de los usos estacionarios de la biomasa para utilizar de manera intensiva las posibilidades que brinda la bioenergía aumentando su participación en la oferta energética nacional.Estas medidas deben ser acompañadas por políticas que acompañen la introducción de biocombustibles con medidas de ahorro energético y eficiencia en el sector del transporte.PARA MAS INFORMACION: Rosario Espina: rosario.espina@ar.greenpeace.org

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