viernes, 15 de julio de 2011

El gordo y el flaco

Ese flaco, inmutable, sonriente, incipiente intendente, está demente si pretende impotente estar vigente en un sitio que lo agobia, bajo un manto que nos nubla con basura y que no cesa el incremento de excremento con las heces de los perros de la gente, nuestra gente, los vecinos, que pululan, sometidos, abatidos, escondidos de fieritas, de bandidos (pobres mentes) que pretenden imponentes bajo peste mal viviente el lamento de abuelos y de niños.
Mientras el gordo, viejo oso, caudilloso e insolente, "camaleónico", ayer Méndez, hoy pingüino, fue el diablo y hoy "cristino", como tantos, incluso el flaco, travestidos, como esbirros, así el gordo, siempre vuelve, paternal e imperativo para dueño y no gobierno, de Macondo, la comarca, ese feudo del espanto que hasta Gabo, asombrado, temblaría frente al pago del reloj y de las vías, con sus trenes, que convergen, que se cruzan y que vuelven y suspenden los vagones en el puente y allí quedan, sorprendentes, incoherentes, con sus autos y camiones por debajo, en potencia Cromañón es un poroto, ya que nadie se lamenta por las dudas, por si acaso derrumbase sobre ellos la costumbre, la cordura y la estructura del espanto.
Y el pueblo con su gente, casi inerme, muy sujeto a lamentos ineficientes, viendo el norte desde el este hacia el frente, muy extraño, sin hallarlo, repitentes, reincidente, no aprende, sigue en fila, observando a esos autos y camiones bajo el puente, que suspende a los trenes de Macondo, la comarca del reloj y de aquel oso, viejo oso, paternal e imperativo, siempre vuelve, sin plateístas, sin tanto apoyo, pero vuelve, en carrera con el flaco, sonriente, compitiendo con el gordo, viejo oso… ese gordo y ese flaco, inmutables, sonrientes, camaleónicos y bendecidos, con el deber de ser "Cristinos".

Alberto Darío Trevisan
albertotrevisan@coopvgg.com.ar

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