miércoles, 22 de octubre de 2008

Algunas opiniones de Michael Moore, respecto a los próximos comicios norteamericanos el 4 de noviembre.

Dicen que los norteamericanos no queremos de presidente a alguien que sea más listo que nosotros. Dicen que preferimos elegir a alguien que esté borracho y sea corto de entendederas. ¿Por qué? ¿Para sentirnos superiores? ¿Para reírnos del pobre tonto? ¿Y nos parece bonito? ¿Nos parece justo haber depositado tanta responsabilidad en las manos de George W. cuando estaba clarísimo que era incapaz de distinguir dónde tiene la nariz o de contar hacia atrás desde el número 10? Viendo ahora las cosas con la perspectiva del tiempo, aquello fue bastante cruel por nuestra parte, ¿no es verdad?
La lógica de elegir a alguien más sobrio y más dotado intelectualmente que nosotros es asegurarnos de que el país progresa bajo el liderazgo de un presidente empeñado en crear un mundo mejor. En abrir la puerta a realidades nuevas con la fuerza de las nuevas ideas. En descubrir la cura del cáncer. En garantizar que todo el mundo tiene una vivienda, y un puesto de trabajo, y acceso a una educación de primera. En mantener relaciones de amistad con nuestros vecinos del resto del mundo. Un presidente convencido de que la Tierra es redonda y de que tiene una capa de ozono tan delgada que parece un trozo de hilo dental.

"¿Con cuál de los candidatos me acostaría?". No me negarán que como pregunta resulta mucho mejor. Y en cuanto a la respuesta, ¿no es evidente?
-Me sorprendió ver que este año una mujer se presentaba a la presidencia. ¿Cuándo les dieron el voto?
¿Por qué tuvo que votar Hillary Clinton a favor de una guerra ilegal? Mi teoría es que sus asesores le dijeron que la nación no se atrevería a elegir a una mujer para la presidencia a menos que esta demostrara a todo el mundo ser tan capaz como un hombre de actuar con mano dura y de montar una guerra si era necesario. La convencieron de que la gente (bueno, los hombres) no cree que una mujer esté capacitada para defender el país.
Fue una interpretación absolutamente errónea de la opinión pública estadounidense. Yo creo que Hillary Clinton actuó en contra de sus propios sentimientos y que su temeraria, aunque calculada, decisión contribuyó a enviar a la muerte a más de 4.000 de nuestros soldados. Ella es consciente de que las guerras de agresión son injustas. Su error le costó a ella la elección, y a esas 2,3 millones de mujeres ancianas, la oportunidad de ver un acto definitivo de justicia hacia el final de sus vidas.
-¿Para qué votar? Encima les haces el juego.
-Es cierto. Cuanta más gente vota, más se convencen los políticos de que nos gusta lo que hacen. Naturalmente, si no votáramos, los únicos que irían a las urnas serían los propios políticos, que se votarían a sí mismos, con lo que siempre ganarían. Por consiguiente, dejar de votar no es la solución.
Si aceptamos que votar no sirve para cambiar las cosas, ¿no sería un poco como reciclar las botellas de plástico? Te hace sentir que estás realizando un acto importante y necesario, pero a largo plazo no es algo que de verdad ataque la raíz del problema. Las preguntas que deberíamos planteamos son: "¿Por qué usamos derivados del petróleo para fabricar botellas de plástico?"; y, ante todo, "¿por qué bebemos tantos refrescos con burbujas?".
De la misma manera, si el 97 por ciento del Congreso, cuyo mandato es de dos años, resulta reelegido, ¿qué clase de mensaje estamos transmitiendo? "¡Buen trabajo, muchachos! ¡Más guerra! ¡Más pobreza! ¡No queremos cobertura sanitaria! ¡Queremos pagar la gasolina más cara! eso es lo que estamos diciendo cuando estamos ante las urnas como borreguitos mientras nos intentamos convencer de que estamos cumpliendo con nuestra obligación patriótica al votar a los mismos de siempre.
Aunque fuera por una sola vez, ¿no le gustaría votar A FAVOR de un candidato y no EN CONTRA de otro?
Mi sugerencia es que de ahora en adelante cada vez que dé su voto a un candidato se lo plantee usted como sólo un primer paso dentro de un proceso. Luego oblíguese a seguir su trayectoria como congresista, a mandarle correos electrónicos y cartas, a asegurarle que, en caso de no representarlo debidamente, se movilizará usted para conseguir su destitución.
De lo contrario, limitarse a votar a esta gente es perder el tiempo. Es como darle a un adolescente las llaves de casa, quitarle los condones y decirle: "¡Que te lo pases bien! ¡Puedes hacer lo que quieras! ¡Volvemos dentro de dos años! ¡Te prometemos que no llamaremos ni te molestaremos!"

Nota publicada en Veintitrés Internacional
José Pereyra

José Pereyra

No hay comentarios.: