viernes, 14 de noviembre de 2008

PASARON CUATRO AÑOS...DA LA SENSACION QUE TODO SIGUE COMO ENTONCES

El PARLAMENTO MARGINAL
Hora extracurricular reza el diseño de la provincia, espacio de contención le llamamos los docentes. Ahora es Teatro, no hay entrenamiento por supuesto, se hace lo que se puede. Le toca a Maxi, alumno del primero del Polimodal.
Maxi comienza a correr en círculos, vuelo dice ahora vuelo más fuerte se detiene de golpe, mira un horizonte inexistente, porque el patio de la escuela con piso de pasto y escombros tiene su límite en una cerca que deja ver, techos y construcciones de chapas descascaradas.
Maxi le hace un guiño a sus compañeros, vuelve a decir vuelo y comprendo que me dice porro, como dijera ve, profe, así es con el porro-, los demás ríen y comparten el código.
Le pido que le ponga palabras a su vuelo, eso de que acompañe la acción con la palabra, y se queda inmóvil, y otra vez ese no horizonte, y comienza a golpearse la cabeza y me pregunta ¿cómo hago, para que me salgan las palabras?, las tengo acá profe y vuelve a golpearse lo que es su mollera, para otros el séptimo chakra.
Maxi, no puede, no sé si alguna vez podrá dejar que le salgan las palabras.
La situación es casi cinematográfica, un contraste entre el silencio y el mundo, en el medio un parlamento que el protagonista no podrá decir nunca.
En ese momento me acuerdo de Rantés (Hombre mirando al sudeste) y no puedo dejar de asociarlos a la marginalidad. Cuando Rantés se asume en Mesías comprende que si alguien se muere lo dejamos morir, si alguien pide ayuda o se muere de tristeza lo encerramos para no verlo y entonces decide estar del lado "de los que no pudieron vivir en medio del espanto, de los quebrados por el dolor".
Siento que mis alumnos viven en medio del espanto, que no tienen posibilidad de ver el horizonte, sin embargo más allá de los límites están ellos y no pueden encontrarse, por eso Maxi no encuentra las palabras.
Esta sociedad tiene ejercicio en esto de poner los límites y marginar a los que no nos gusta ver. Desde siempre encontró remedio para ello: el manicomio o la cárcel. Son lugares comunes donde se atienden este tipos de curaciones, condenando por medio del hambre y las humillaciones, a la casi certera destrucción del individuo.
No son pocos los hombres que aspiran a vivir plenamente, pero sí son pocos los que lo intentan. Los pobres, como los artistas, como los cazadores de utopías, forman una gran legión de marginados a los que la sociedad permite o disculpa, a veces una cierta forma de vivir o pensar. Sin embargo no son pocos los que han quedado recluidos en esos nosocomios en donde libertad, creación, utopía y marginalidad van de la mano en esta sociedad.
No sé cuál será el destino de Maxi, probablemente esté más cerca de la cárcel que de un escenario o al menos un benévolo manicomio. Pienso, cómo se vuelve atrás, cómo hacer para ayudarle, pero como decía Orgambide, es imposible, "la vida no es un cuento".

* Por Ana Julia Saccone (Escritora-Docente-Directora de la EEM Nº 364 Villa Gdor Gálvez)
http://www.rosario-12.com.ar/27/11/2004/contratapa.htm

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